La verdad sobre el caso Harry Quebert, de Joël Dicker


A veces miras la televisión y piensas: gracias a Dios que existen los libros... Pero aquel día, la sección de cultura del telediario comenzó a hablar de un autor y su libro que estaban haciendo furor en el mundo literario. No me dio tiempo a apuntar el nombre del libro ni del autor, pero sí me quedé con la fotografía de su portada. Días más tarde, mirando la web de unos grandes almacenes, reconocí al instante la portada: un precioso e intrigante Retrato de Orleans de Edward Hopper.

Se puede decir que casi lo compré a ciegas, ya que aparte de lo oído en las noticias, me dejé guiar por la vagancia de los días de verano y no leí ni miré ninguna crítica en Internet. ¡Menos mal que acerté!

En España la novela del escritor suizo Jöel Dicker ha sido publicada por la editorial Alfaguara. La verdad sobre el caso Harry Quebert es la segunda novela de Dicker, y debido a su gran tirón comercial ha sido publicada en España antes, incluso, que su primera novela Los últimos días de nuestros padres. Aunque ésta será publicada en 2014, también en Alfaguara.


Hay mucho que contar sobre la novela que hoy os presento. Dentro de ella es posible encontrar multitud de caminos, de interpretaciones, de análisis y pensamientos. Pero en ningún caso está escrita de forma compleja. Hay que reconocer la escritura limpia y agradable de Dicker y su capacidad para imbuir al lector ante una secuencia de relatos que saltan de un año a otro sin que se note ningún sobresalto ni pierdas las ganas de leer. Más al contrario, sientes cierta dosis de adrenalina al leer cada capítulo de La verdad sobre el caso Harry Quebert.

En un flash, la novela se puede resumir en cuatro líneas: Marcus, un escritor neoyorkino que ha conseguido un fulgurante éxito con su primera novela, siente cómo le flaquean las fuerzas para escribir su segunda y recurre a su antiguo profesor de universidad, Harry, para reencontrar la inspiración. Éste es acusado de asesinato al aparecer el cuerpo de una niña, Nola, desaparecida hace 30 años, enterrado en su jardín. Marcus aprovecha este episodio para recuperar su inspiración y escribir toda la verdad sobre el caso Harry Quebert.

Sobre este planteamiento intentaré desglosar un par de interpretaciones que creo que se deslizan a lo largo de toda la novela.

Lo primero es la semejanza entre el propio Dicker y los personajes que detalla en su libro. Marcus ha conseguido la fama con una sola novela y en la cresta de la ola empieza a ver como el barco hace aguas y todo se va al garete. Es víctima del mercado literario (en esto, las primeras páginas de la novela son geniales, ya que relatan de forma cruda la realidad de la economía de mercado aplicada a la literatura): si su editorial le había hecho firmar un estratosférico contrato a cambio de publicar una serie de novelas, él siente cómo es incapaz de retomar la labor literaria. La presión de los editores por tener una novela suya, sin importar tanto el contenido como el nombre del escritor, le produce ansiedad. Dicker no parece encontrase en ese punto, pero La verdad sobre el caso Harry Quebert está siendo su "gallina de los huevos de oro". ¿Anticipa de esta forma algo sobre su futuro?

Harry Quebert recuerda aún más al propio Dicker. Harry, también de Nueva York, se trasladó en 1975 a una pequeña localidad de la costa este, Aurora, para encontrar allí la paz y el sosiego que requería elaborar la que él presentía que sería su gran novela tras el discreto paso de su primera novela, que no era conocida más allá de Nueva York. Realmente encuentra el éxito con su segunda novela Los orígenes del mal, y eso le vale el prestigio suficiente para convertirse en profesor de universidad y en un respetado escritor cuya gran obra sería estudiada y analizada en universidades, centros de enseñanza, institutos, etc. ¿Quiere Dicker para sí la reputación de Quebert?

Entre estos dos personajes, Dicker parece reflejarse en el presente y en el futuro. En el presente, Marcus es la viva imagen de un escritor joven y exitoso aunque lleno de dudas sobre su futuro. En el futuro, Harry es un venerable escritor, respetado y aclamado que vive del éxito de su gran novela.

"En el fondo -dijo- los escritores no escriben más que un solo libro en su vida". Creo que en esta frase se resume todo lo que quiero decir sobre este aspecto de la novela.

El otro aspecto que quiero compartir con vosotros tiene que ver con la trama propiamente dicha, y tranquilos, que aunque me lo propusiera, no sería capaz de desgranar en esta reseña todos los matices, detalles, tramas, microtramas... que contiene el libro. ¡Vamos que no os podría contar el final aunque quisiera!

Hay un plano fijo y continuo: Aurora, una ciudad costera del Estado de New Hampshire, es el escenario ideal de cualquier ciudad estadounidense. Cerca de la playa, sus calles y casas sólo rezuman tranquilidad, barrios de casas unifamiliares con porches y jardines donde jugar; las típicas fiestas; los restaurantes llenos de hamburguesas, tortitas, camareras rellenado el café a los amables clientes... En fin, una peli de los domingos en Antena 3. Pero ese plano se empieza a mover como las agujas de un sismógrafo, y aparecen rayas y más rayas que alteran por completo ese precioso escenario.

El motivo de esa distorsión: Harry Quebert y su amor imposible con Nola. Harry, treintañero descubre el AMOR en la pequeña Nola, una joven camarera de 15 años que trabaja en el más famoso de los restaurantes de Aurora, el Clark's. Ambos inician una sórdida relación (no porque sea una relación lasciva, si no por lo prohibido de su relación) que les lleva al peor de los desenlaces: la desaparición y muerte de Nola. Esta siniestra escena ocurre en 1975, dejando a la luz todos los puntos negros de una sociedad tan aparentemente normal. Ni la joven Nola es tan dulce y angelical como parece, ni Harry es tan buen escritor como se creía, ni ninguno de los personajes que van jalonando la novela es tal y como parece a primera vista. Desde el jefe de policía hasta el dueño de la casa en la que se hospeda Harry, todos ocultan algo en torno a Nola.

Pero eso no se sabrá hasta 2008, año en el que se sitúa el otro gran personaje de la novela, Marcus, que viene a remover viejos recuerdos con tal de sacar del atolladero a su mentor y amigo Harry. Después de que Harry sea acusado de la muerte de Nola, Marcus inicia una investigación, ora sin la policia, ora con ayuda de ella, para desembrollar todo lo que pasó aquel año de 1975. Esa investigación le ayudará a recobrar su inspiración y aprovechar la ocasión para escribir un nuevo libro que le saque de su propio agujero, pero que a la vez saque de la ignominia a Harry. O eso cree él...

- Marcus ¿sabe cuál es el único modo de medir cuánto se ama a alguien?
- No.
- Perdiendo a esa persona.

Toda la novela está intercalada por las enseñanzas que Harry proporciona a Marcus y que él atesora como el diario de su propia vida.

"Eso es, Marcus. Y ése es el error que cometió hace unos meses, cuando Barnaski [editor de Marcus] le reclamó un nuevo manuscrito. Se puso a escribir porque tenía que escribir un libro, no para dar sentido a su vida. Hacer por hacer nunca ha tenido sentido: así que no tenía nada de extraño que fuese incapaz de escribir una sola línea."

Como conclusión a mi extensísima reseña, no quiero dejar pasar la ocasión para llamar vuestra atención sobre el cuadro de la portada. Hopper fue un pintor realista del siglo XX que trató de reflejar la soledad del individuo a través de escenas muy reales en las que un solo personaje parecía ser imbuido por toda la realidad. En este caso ese individuo es una señora con sombrero que se para frente a un escaparate. Nada se mueve, todo está estático, pero el drama está en la alternancia de colores, en el ritmo frenético del contraste entre casas, techumbres, señales... pero la señora sigue ahí, impasible, víctima de su soledad. Todo el mundo mira hacia otra parte, pero ella sigue ahí. Como Nola, enterrada hace más de treinta años en un jardín, pero dada por desaparecida y buscada por toda Norte América.

Cuando vi el cuadro de Hopper lo relacioné con otro que hasta hace poco ha sido atribuido a Goya: El Coloso. Aquí hay de todo menos soledad, pero un enigmático burro blanco está detenido frente a la marabunta que se agita a su alrededor, demostrando así su tozudez. Aparte de las connotaciones históricas del cuadro, aquel burrito y aquella señora son cómplices del inmovilismo, víctimas de la incomprensión, voces que claman en un desierto poblado de personas que poco a poco pierden los lazos naturales que los unen.

Leed el libro, seguro que os gustará.

Publicado por Carlos Masó   


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