El buen hijo, de Ángeles González-Sinde


El buen hijo es una historia protagonizada y contada en primera persona por Vicente, un hombre de 37 años que vive con su madre con la que trabaja además, en el negocio familiar. Una noche, recibe entre sueños a su difunto padre con el que entabla una productiva conversación. Aquella inesperada visita, enciende las alarmas de este buen hombre que se da cuenta, de que lo único que ha cambiado en su existencia desde el fallecimiento de su progenitor, es la potencia de su antiguo ordenador y el nombre de su nuevo perro. El resto de las parcelas continúan intactas, a la espera de que el destino le ofrezca un cambio en su previsible rumbo.

Un buen día, o mejor dicho, uno malo, su madre tiene un accidente doméstico y Vicente decide contratar a Corina para que le ayude con las tareas del hogar. Con el germen de un futuro diferente instalado en su subconsciente, Vicente decide subirse al último tren enamorándose de Corina con la que, por fin, espera hallar su lugar en este mundo. 

El lector tiene ante sus ojos a un hombre sumergido en las profundidades de una vida tranquila, cómoda, pero también carente de emociones. Un hombre cuya sensatez, lealtad y sentido de la responsabilidad le impiden volar en busca de los sueños que un día dejó aparcadados tras la muerte de su padre. Instalado en su zona de confort observa, cómo su amigo José Carlos, pese a depender de una silla de ruedas, disfruta de una gran éxito con las mujeres y saborea intensamente la vida. En completa disparidad con la personalidad de Vicente, pese a ser parte de familia, se encuentra Nuria, la hermana rebelde que tiene tres hijos de diferentes parejas y muchas ganas de seguir dando guerra. Para comprenderles y apoyarles a todos siempre estará disponible el hombro de Vicente, el buen hijo, el amigo atento, el hermano comprensivo y protector.

El libro dibuja a un protagonista emocionado ante la onda expansiva de un beso, tremendamente reflexivo en el origen de lo que podría ser el comienzo de una relación, angustiado en la ausencia y desorientado en lo que se refiere a su futuro profesional. Esta es una historia de un hombre parapetado tras el mostrador de una papelería al que le ha pasado factura haber hecho siempre lo correcto en la vida. Como resultado, la novela presenta a un ser que se preocupa por el paso del tiempo y se asusta ante la perspectiva de no encontrar a una mujer, elemento que él cree indispensable, para encauzar su existencia. 

"Yo quería que las cosas cambiasen y una de las cosas que tenía que cambiar era mi vida social. Debía enriquecerla. Ampliarla. Profundizar en ella. Debía vivir con más ligereza. ¿No opinaban mis amigos que necesitaba echarme una novia, porque solo con una relación de pareja arranca de verdad la vida?"

Aunque estamos ante un libro escrito de forma correcta, y con un argumento con el que muchos lectores se identificarán facilmente, las reflexiones de Vicente en ocasiones resultan reiterativas e interminables, por lo que este título resulta en algún punto algo aburrido, quizá por la ausencia de acontecimientos. Vuelan las páginas y se echa de menos algún hecho decisivo que modifique el ritmo monótono que caracteriza a esta narración. 

Destacar, para quienes estén interesados en su lectura, el tono melancólico que desprende la historia pese a que reza en su contraportada: "Una novela de perplejidades vitales construida con tanto sentido del humor como verdad". Y aquí reside en mi modesta opinión, el principal escollo de El buen hijo. Si su autora perseguía dotar a la historia de un toque divertido o cómico, desde luego no se ha apreciado. No se lleven a engaño porque esta novela desprende un sabor más agrio que dulce. 

Quizás hubiera sido más razonable comenzar señalando a Ángeles González-Sinde como autora de la obra, con la que además consiguió ser finalista Premio Planeta 2013. La polémica generada fue tal, que me ha parecido más justo valorar esta novela por su contenido, independientemente de que haya sido escrita por una exministra de cultura y galardonada con un premio, que a mi juicio, no se merece.

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Publicado por Aroa Parras   

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